domingo, 13 de mayo de 2007

Memoria del curso de Meri Torras

MEMORIA DEL CURSO DE MERI TORRAS

La profesora Meri Torras comenzó su curso haciendo una valoración retrospectiva de lo que aporta la crítica feminista, ya no solo en el ámbito literario sino en todo discurso crítico, por la reflexión que supone en cuanto a la identidad del individuo, siempre sujeto a unos condicionantes inevitables impuestos por el poder, entendido éste en términos de convenciones culturales heterosexuales y fálicas. El texto de Judith Butler “Sujetos de sexo/ género/ deseo” es un claro ejemplo de esta tendencia en la crítica feminista. En él, se afirma que el género es un efecto del discurso —hegemónico por supuesto— y trata de dilucidar cuáles son los mecanismos por los que el género se convierte en algo aparentemente natural. Para ello no solo problematiza el estatuto de mujer-sujeto sino que, mediante una reflexión profunda a cerca de qué es un género y cómo influye en esa categorización el sexo y el deseo, involucra también en el debate a los márgenes de la heterosexualidad. Para ella, una prueba fehaciente del carácter totalmente construido del supuesto original heterosexual es precisamente la reproducción de estos constructos en marcos no heterosexuales, produciendo así una especie de “copia de la copia”. Este mismo mecanismo puede aplicarse al constructo de la mujer-sujeto para el cual siempre se han volcado valores, casi siempre por oposición, del supuesto sujeto original masculino.

Continuando con su análisis retrospectivo, Meri Torras sintetiza los movimientos experimentados por la crítica literaria en el siglo XX: tradicionalmente ha habido dos perspectivas investigadoras: la diacrónica, que comprende la Historia de la Literatura, y la Literatura comparada; y la sincrónica, que comprende la Teoría de la Literatura y la crítica literaria. No obstante, en las últimas décadas del siglo XX, debido a los profundos cuestionamientos epistemológicos que han operado ciertas corrientes teóricas, asistimos a una reorganización de este mapa teórico en el que la Literatura comparada y la Teoría de la Literatura se relacionan profundamente dejando en una parcela aparte a la Historia de la Literatura. La Crítica literaria, por su parte, tiñe todas las aproximaciones a la literatura en general. De la misma manera, el feminismo puede considerarse un gesto que impregna todos los cuestionamientos del orden hegemónico establecido, precisamente por su constante posición de “crítica”. La capacidad del feminismo para romper los fundamentos de la crítica en todos los campos, para “perturbar las bases”, es equiparable a la reivindicación de los países colonizados y otras “minorías” ante la imposición de la crítica hegemónica. Judith Butler advierte en este punto el peligro de caer, como lo ha hecho algún sector de la crítica feminista, en un excesivo reduccionismo de las problemáticas sociales, trasladando en todas ellas el mismo modelo de crítica al falogocentrismo. Sin dejar de ser incuestionable el valor, porqué no decirlo: fundacional, de este gesto perturbador del feminismo sobre el posicionamiento discursivo del patrón hegemónico establecido, no debemos caer en la simplificación de identificar al enemigo como una forma singular, “ya que éste es un discurso invertido que imita la estrategia del opresor sin cuestionarla, en lugar de ofrecer una serie de términos diferentes”. Esta crítica a ciertas posturas feministas reduccionistas, la encontramos también en la obra de Gayatri Chakravoty Spivak. En su artículo “Can the subaltern speak?” se cuestiona el excesivo esencialismo de cierto sector de la crítica autodenominado “feminismo del tercer mundo”.

La crítica más actual, consciente del posicionamiento particular y partidista en todo acto de lectura, focaliza la atención en le Receptor como productor de significado. Este lector, siempre ciego a ciertos “agujeros” del texto, va a realizar siempre una interpretación sesgada por los condicionantes de un sexo, una cultura etc. El texto de Paul De Man “Retórica de la ceguera: Derrida lector de Rouseau” representa un finísimo análisis de cómo toda lectura, por objetiva que se pretenda, es producto de una selección y de una recodificación interesada del material textual primigenio. En el centro de este debate se sitúa un elemento que hasta hace poco la crítica había intentado expulsar del discurso literario: la ideología. En cambio, ahora la tendencia es a la visibilización de la ideología. Se reconoce que todas las críticas son ideológicas y se plantea la necesidad de problematizar o explicitar la incorporación del “yo”. Se borran las distancias entre objetividad y subjetividad y el “objeto” se transforma en el “sujeto”. En este sentido podemos rastrear la red de estructuras ideológicas del poder que han sido preponderantes a base de silenciar otras críticas periféricas, que no han ocupado la situación de poder. Como dice Spivak, la crítica occidental-masculina ha cometido el peligroso ejercicio de proclamar su absoluto empirismo, borrando en ocasiones, aunque no de manera perversa, los presupuestos ideológicos en los que se asienta. Este pretendido empirismo que se identifica con lo Universal y Neutro, expulsa por su mera presencia de sí, a categorías de diferencia, como la establecida desde la categoría mujer, de negro, de loco…

Ahora bien, y esto es una cuestión que Spivak deja bien clara, el rango de subalternidad que ostenta la mujer negra o del tercer mundo no es comparable a ningún otro, ya que sufre una doble discriminación: por parte del sujeto hegemónico en general y por parte del sujeto masculino en particular. Es muy ilustrador en este sentido el poema Frame (1980). Debido a esta doble marginalidad la voz de la mujer negra no puede ser escuchada y por eso todos sus intentos de hablar dan en el “silencio”. Al mismo tiempo, la mirada de la voz narradora no puede sino situarse en un afuera del marco inaccesible, en el que transcurre la brutal escena, aunque al final hace una aseveración, “Digo que allí estoy”, a través de la cual la autora parece acreditarse como válida para orquestar la denuncia, para situar su voz en el lugar dónde debiera haber estado la “otra voz” que ha sido silenciada. Los puntos en común de esta propuesta de suplantación estratégica, con la idea que Spivak desarrolla de representación (entendido como verterllung), y la responsabilidad del intelectual de ejercerla con fines políticos, son irrefutables.

Para la siguiente sesión leemos el texto de Diana Fuss “Dentro/fuera”. En él se reflexiona acerca de los mecanismos de producción de sentido, a menudo basados en la oposición de contrarios, ya que cualquier identidad se establece “de forma relacionada, constituyéndose con referencia a un exterior o (a) fuera, que define los propios límites interiores del sujeto y sus superficies corpóreas”. La crítica de Fuss tiene como objetivo la problematización de las categorías heterosexual/ homosexual, insuficientes para dar cuenta de una realidad que no es polar por naturaleza y tampoco binaria.

Durante la clase no se aborda directamente este tema. Meri Torras propone el debate de la existencia o no de una marca femenina en el texto y por consiguiente si esa marca le es accesible al escritor masculino o si por el contrario esa marca es sólo accesible al emisor femenino avalado por su “experiencia” vital. El diálogo en la clase, muy abierto y participativo por cierto, nos lleva al punto central y más problemático de la cuestión: la categoría mujer ¿es una categoría natural, biológica, previa inmutable y esencial, o bien es social, cambiante, construida y transitoria? La profesora Torras remite en este punto a un texto de Diana Fuss en el que determina que éste es un falso debate. Mujer es una palabra y el lenguaje es esencialista. Lo “sexual” es por tanto “textual” de manera que lo que hay que abordar es la red de significados que constituyen a la mujer, porque estarán siempre presentes aunque no nos demos cuenta.

Después vemos “Ajuste de color”, un documental sobre la imagen del negro ofrecida por la televisión norteamericana a lo largo de toda su historia. En este documental se puede observar el esfuerzo constante del sistema por incluir los márgenes al centro, generando por supuesto nuevos márgenes que de nuevo serán fagotizados estratégicamente por el centro. En el caso de la televisión norteamericana se observa un complejísimo mecanismo de producción en el que se conjuga talento artístico, niveles de audiencia, estrategia política, y sobre todo y ante todo, interés económico. En mi opinión la visibilización de la raza negra en la televisión, no es un instrumento completamente válido para juzgar el grado de visibilización de los negros en la sociedad en general. La razón es precisamente que en última instancia la televisión, y más aún las series televisivas (el corpus fundamental del documental), no son más que una plataforma publicitaria para las empresas que las patrocinan, de manera que la aparición o no de los negros dependerá del interés que consiga despertar determinada serie en los espectadores, de la raza e ideología mayoritaria de los propietarios de aparatos de televisión en un momento determinado, de las tendencias o modas imperantes, y en definitiva, de infinidad de factores superfluos que hacen que los anunciantes patrocinen o no esas series, y que no tienen necesariamente que ver con las realidades sociales de las etnias minoritarias representadas.

La siguiente sesión comienza con una introducción en la que se cita a la escritora María Lugones, escritora mestiza y del mestizaje. En el relato que nos lee Meri Torras, se muestra el lugar intermedio en que se encuentran unos niños mejicanos criados en Estados Unidos de vuelta a Méjico para visitar a su abuela. Estos niños son extranjeros en todos lados. Su condición apátrida refleja una carencia identitaria en principio, pero que María Lugones considera un lugar privilegiado desde el que abordar los conflictos culturales.

Después vemos el documental “Venus Boyzs”, sobre mujeres transexuales y hermafroditas. Realmente el documental sirve para ilustrar muy efectivamente a qué se refería Diana Fuss cuando decía que la oposición heterosexual/ homosexual, no podía bastar para reflejar la realidad ya que en la realidad las opciones sexuales no son binarias sino infinitas. En el ser humano, la opción sexual afecta al deseo, es decir, un sujeto puede verse atraído por mujeres u hombres. Pero lejos de ser éstas opciones excluyentes, hay una gradación infinita entre una pulsión y la otra. Suponiendo que esta gradación fuera un segmento en el cual uno de los extremos estuviera ocupado por los sujetos que se sintieran “exclusivamente” atraídos por hombres y el otro por los que “exclusivamente” se sintieran atraídos por mujeres, el centro aritmético de dicho segmento estaría ocupado por aquellos que son incapaces de decantarse por uno u otro sexo. Pero es que resulta que el apelativo de heterosexual u homosexual no solo depende de las apetencias sexuales, sino también del género del sujeto que tenga dichas apetencias. Pues bien, en el documental “Venus Boyzs” se verifica cómo la identidad genérica de los sujetos opera de la misma manera, como una gradación infinita entre el “macho puro” y la “hembra pura” (conceptos en mi opinión ideales) en cuyo centro podemos encontrar el personaje principal del documental: un hermafrodita con dos sexos que sencillamente decide no renunciar a ninguno de los dos ni decantarse por ninguno. A partir de aquí las combinaciones entre el eje del deseo y el de la identidad genérica se disparan de tal modo que casi resulta ridículo atreverse a dar una categorización limitada para reflejar la totalidad de las posibilidades.

El siguiente día de clase vemos “El celuloide oculto”. Se trata de un documental muy bien realizado, a partir del libro homónimo de Vito Russo, donde se habla de la relación que el cine ha tenido a lo largo de su historia con la homosexualidad. Desde una perspectiva actual, abierta y sin tapujos, críticos, guionistas, actores, espectadores, etcétera, analizan la evolución del homosexual en la gran pantalla desde su completa ausencia hasta un periodo más o menos de aceptación y normalización, pasando por una época de total demonización, claro. El documental es muy curioso ya que recoge entrevistas a personajes protagonistas de la Historia del Cine, los cuales cuentan anécdotas que revelan cómo el mundo gay ha estado presente en el mundo del espectáculo hasta puntos difíciles de imaginar. El documental hace un recuento de momentos de Cine que han hecho referencia, a veces de manera más explícita, a veces de forma muy velada a la realidad de la comunidad gay, que, al fin y al cabo, en sociedades más o menos puritanas, ha existido y existirá siempre en la misma medida.

Las últimas sesiones están destinadas a las exposiciones de los alumnos de una serie de textos: “La diferencia como prueba” de Scott, “Una poética de la diferencia” de Neuman, “Literatura Comparada: otredad, la literatura comparada y la diferencia”, “En esencia: feminismo, naturaleza y diferencia” de Fuss y finalmente el que trabajé yo con mi grupo, “La Universidad sin condición” de Derrida.

Supongo que cada cual en su memoria expondrá con mayor detalle el trabajo realizado con el texto que analizara, de manera que no me parece interesante comentar las lecturas de mis compañeras ya que seguro que ellas darán cuenta en sus trabajos de ellas mucho mejor de lo que yo pueda hacerlo. Intentaré pues, comentar la lectura que hizo mi grupo del interesante aunque a ratos oscuro, texto de Derrida.

“La Universidad sin condición” es una conferencia pronunciada originalmente en la Universidad de Stanford (California) en 1998. En ella Derrida reflexiona sobre el papel que tiene y el papel que debería ocupar la Universidad en la sociedad del presente y del mañana. Propone una universidad en la que no solo se practique la libertad académica sino una libertad incondicional, que le permita decir públicamente su opinión en todos los campos que exigen una investigación y un saber de verdad. La universidad debe hacer profesión de la verdad. En la sociedad tecnocrática, virtual, de las telecomunicaciones… en la que vivimos, se hace necesaria una reflexión acerca del papel de las Humanidades. Las Humanidades siempre tendrán que ocuparse de la teoría, un lugar en el que el estudioso profesa un estratégico como si. Este es el trabajo del profesor que realiza una especie de promesa, un acto performativo, relacionado con la fe, y no constatativo relacionado directamente con el saber. Derrida en este punto realiza un análisis de lo que significa el trabajo. De la necesidad de producir para alcanzar el rango de trabajador, de la situación del estudiante y del becario frente al trabajo… pero el trabajo no se reduce ni a la actividad del acto ni a la productividad de la producción aunque a menudo se confunden estos términos. Hoy en día sabemos mejor que nunca que una ganancia de producción puede corresponder a una disminución de trabajo. Nombra el libro de Jeremy Rifkin “El fin del trabajo”, en el que se postula una disminución cada vez más acelerada de la necesidad de mano de obra debido a las nuevas tecnologías, y presenta un futuro en el que el trabajo estará en manos tan solo de los intelectuales y de los profesores. Derrida hace notar la incoherencia de esta tesis con la cantidad de profesores de Humanidades en paro y la creciente marginación de tantos empleados a tiempo parcial, todos ellos infrapagados y marginados en la universidad, en nombre de lo que denomina la flexibilidad o la competitividad. Curiosamente la realidad de la situación del trabajo en el mundo globalizado de hoy día, es una terrible descompensación e injusticia más trágica en números absolutos de lo que lo ha sido nunca en la historia de la humanidad. Ésta jamás ha estado tan lejos de la homogeneidad mundializada: un amplio sector de la humanidad está sin trabajo allí donde querría tener trabajo o más trabajo, mientras que otro sector de la humanidad tiene demasiado trabajo allí donde querría tener menos, incluso acabar con un trabajo tan mal pagado en el mercado.

Finalmente Derrida termina su intervención con siete tesis sobre el papel que deberían desempeñar las nuevas Humanidades:

1- Trataría de la historia de lo “propio del hombre” opuesto a los rasgos propios de lo animal, y por consiguiente tendrán qué decir en cuanto al Derecho humano y los llamados “crímenes contra la humanidad”

2- Trataría la idea de soberanía relacionada con la incondicionalidad que se le supone. Esto no solo afectaría al derecho internacional y a los límites del Estado-Nación y de su presunta soberanía, sino también a la utilización que se hace del mismo en unos discursos jurídico-políticos que conciernen al sujeto ciudadano en general.

3- Trataría la historia del “profesar” y de la “profesión” del profesorado.

4- Trataría de historizar el concepto de literatura, el concepto de obra, de autor, de firma, de lengua nacional y de su derecho a decirlo todo (o a no decirlo todo) que funda la idea de soberanía incondicional que invoca la universidad.

5- Estamos asistiendo al fin de una determinada figura del profesor y de su supuesta autoridad, de manera que las nuevas Humanidades deberían problematizar la historia de la profesión y de la profesionalización del profesorado.

6- Tratarían la historia del “como si” y sobre todo, la historia de esa preciada distinción entre actos preformativos y actos constatativos, y hallar los límites de esta distinción.

7- El último punto cuestiona la posibilidad precisamente de que sea viable esa esperada universidad sin condición, ya que esa misma incondicionalidad dota de un poder a la universidad que rápidamente es aprovechado por los grandes capitales y los aparatos del estado para sus propios fines condicionándola de nuevo. No obstante debe ser éste el gesto que rija a las universidades en general y a especialmente a las Humanidades.

1 comentario:

meri torras dijo...

No saben lo que supone ver de repente, sintetizada de este modo y con tanta eficacia contundente, el curso que impartí y compartimos en Valencia. Muchas gracias. Cualquier duda o referencia bibliográfica que precisen: Meri.Torras@uab.cat.
Meri Torras